08/03/2021
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Inés Sagrario y Ana Sáez han reinventado la cadena de valor junto al equipo de Los Tallos Microgreens, formado por Antonio Rojas y Javier Ramiro, dando vida a Ekonoke, una nueva manera de cultivar en las ciudades para consumir hortalizas frescas, reduciendo el impacto ambiental y social. En palabras de una de las fundadoras del proyecto, Inés Sagrario, “el emprendimiento, en general, es bastante más masculino. No obstante, en esta área del negocio verde nos hemos encontrado con grandes compañeras de viaje, que nos han inspirado muchísimo.”
¿Qué es y cómo funciona EKONOKE?
Ekonoke nace para reinventar la cadena de valor de la alimentación. Cultivamos en entorno controlado —en lo que llamamos nuestro Grow Room o sala de cultivo—, asegurando que las plantas tienen todo lo que necesitan para crecer con las condiciones óptimas de cultivo, independientemente de las condiciones climáticas exteriores. Desarrollamos el conocimiento para poder cultivar alimentos en cualquier lugar, para que los alimentos se cultiven siempre cerca del consumidor y así dejen de viajar miles de kilómetros. Decimos que mañana lo único que viajará será el conocimiento para replicar estos grow rooms en cualquier lugar, cultivando siempre de forma sostenible.
Primero creasteis Achipámpanos y ahora es Ekonoke vuestra nueva marca y modelo de negocio. ¿Qué ha supuesto este cambio? ¿Por qué tomasteis la decisión de ponerlo en marcha?
Ekonoke es la evolución de Achipámpanos. Comenzamos el proyecto hace ya casi cinco años con pruebas de producción y hace cuatro comenzamos a instalar nuestros primeros huertos verticales. Cultivábamos en un invernadero a 20 kilómetros de Madrid e instalábamos los huertos verticales listos para cosechar en los puntos de consumo (generalmente restaurantes de la capital). Sin embargo, vimos que aquel modelo era poco escalable, pues requería de mucha mano de obra para adecuar los huertos verticales a las condiciones climáticas de cada local. Hablamos con los chefs y surgió la idea: sustituir las bolsas de ensaladas de IV gama (lechuga y otras hojas verdes, lavadas y cortadas) con una solución que recuperara el sabor, mantuviera los nutrientes intactos y evitara el plástico de un solo uso. Así nacen nuestras minihuertas de lechugas y hortalizas de hoja, vivas, listas para cosechar y con un sabor increíble. Cuando conseguimos dar con la tecla nos dimos cuenta de que, además, tenían mucho potencial para llegar al consumidor final, abriendo todo un abanico de posibilidades para nuestro proyecto. Para ello, necesitábamos una nueva marca que nos permitiera ser más reconocibles en el punto de venta. Con la ayuda de Irene Gil, de Plazida, nació Ekonoke.
Entre medias, también tuvimos que tomar muchas otras decisiones. El año 2019 fue uno de los más calurosos de los últimos 50 años y nosotras lo notamos mucho en nuestra producción en el invernadero. Ese verano, mientras se nos paraba toda la producción por las olas de calor que se sucedieron desde principios de junio, tomamos dos decisiones muy importantes: la primera fue unir fuerzas con otro proyecto que compartía nuestros valores, Los Tallos Microgreens, y la segunda fue cerrar nuestra producción en invernadero y mudarnos a cultivar en interior. El equipo de Los Tallos tenía ya experiencia en el cultivo en interior y un perfil científico clave para el desarrollo de nuestro negocio. Juntos nos pusimos manos a la obra y encontramos una nave industrial en San Sebastián de los Reyes que llevaba 10 años vacía y cumplía con los requisitos que necesitábamos. Uno de los principales era tener un tejado plano para poder colocar paneles solares para autoabastecernos energéticamente.
¿Qué impacto social y ambiental tienen vuestros productos?
El cultivo en entorno controlado que hacemos en Ekonoke nos permite reducir significativamente la huella de carbono de nuestros alimentos, pues distribuimos solo a 20 kilómetros de Madrid. Usamos únicamente energías renovables y el cultivo hidropónico con un circuito de riego recirculante nos permite reducir la huella hídrica en un 90 % comparado con la agricultura tradicional. Como cultivamos en interior y tenemos unos estrictos protocolos de higiene y limpieza, eliminamos cualquier riesgo de plagas, por lo que evitamos completamente el uso de pesticidas y agro-químicos, evitando así dañar el medio ambiente y la salud de las personas. Y como vendemos nuestros productos vivos, podemos entregarlos con un packaging 100 % compostable, eliminando el plástico de un solo uso. Estando vivas, nuestras minihuertas siguen haciendo la fotosíntesis en la encimera de tu cocina hasta el momento en que las vayas a cosechar, por lo que se reduce también significativamente el desperdicio alimentario.
A nivel social nuestro proyecto también tiene el firme objetivo de crear empleos de calidad en la agricultura. Por un lado, apostamos por dar oportunidades de trabajo digno a personas en riesgo de exclusión social y, por otro, esperamos servir de inspiración para jóvenes que quieran dedicarse a esta nueva agricultura, contribuyendo al conocimiento y desarrollo científico en este ámbito.
¿Cuáles pensáis que son los principales retos a los que se enfrenta la agricultura urbana sostenible y también vuestro proyecto?
Esta es una enorme pregunta, pero si tengo que resumir la respuesta, creo que nuestro principal reto es que la sociedad entienda (y con ello no me refiero solo al consumidor) que la cadena de valor de la alimentación, tal y como funciona hoy, es insostenible. Nuestra estructura de costes en Ekonoke refleja todos y cada uno de los costes que supone producir nuestros productos, pero competimos contra productos que tienen costes medioambientales que tendremos que pagar todos, como sociedad, en el futuro. ¿Cuánto costará limpiar los acuíferos contaminados por pesticidas, agro-químicos y exceso de fertilizantes? ¿Quién pagará por limpiar el medio ambiente de plásticos? ¿Cómo se valora el impacto de tanto producto químico en nuestra salud al consumir los alimentos?
¿Qué ha supuesto formar parte de la Red emprendeverde para Ekonoke?
Formar parte de esta red nos ha permitido conocer a otros emprendedores con los que intercambiar experiencias, así como tener conocimiento sobre los apoyos y ayudas que hay disponibles para emprendedoras como nosotras.
Tenéis experiencia en emprender. ¿Cuál ha sido la mayor dificultad que os habéis encontrado en el camino?
En toda esta experiencia de emprender lo más difícil es perseverar. Hay días que piensas que estás loca, que estás arriesgando tanto por un sueño que a veces parece una quimera. Por cada diez puertas a las que llamas a veces se abren solo dos o tres y las que no se abren parece que te llaman ‘loca’. Pero hemos tenido mucha suerte de emprender en compañía, primero dos, luego uniéndonos con dos emprendedores más y por el camino recibiendo el apoyo de muchos otros ‘locos’ que han creído en nuestro proyecto y en la ilusión con la que lo construimos.
El emprendimiento no es necesariamente más fácil de conciliar con la vida familiar ya que, aunque no tienes los horarios impuestos por un tercero del trabajo por cuenta ajena, emprender requiere de muchas horas y mucho esfuerzo y al final hay que asumir que ¡te pasarás unos años durmiendo bastante poco!
¿Qué ha supuesto para vosotras como mujeres emprendedoras conocer el mundo de negocio verde? ¿Opináis que el emprendimiento verde es igualitario en cuanto al género?
Ana y yo teníamos muy claro que nuestro proyecto tendría la sostenibilidad por bandera. Ana se especializó en agricultura orgánica hace 20 años, cuando en España eso era una cosa de guiris, y yo decidí hace 25 años que quería dedicarme al desarrollo sostenible. Ambas hemos tenido experiencias muy diversas e internacionales, pero nuestra motivación principal al emprender ha sido aportar nuestro granito de arena a la sostenibilidad. Ese convencimiento tan enraizado nos ha permitido perseverar y buscar siempre la solución más sostenible a cada problema al que nos hemos enfrentado.
Así como el mundo emprendedor en general es bastante más masculino, en esta área del negocio verde nos hemos encontrado con grandes compañeras de viaje, que nos han inspirado muchísimo.
Si tuvierais que dar un consejo a las nfuturas emprendedoras verdes, ¿qué les diríais?
Es difícil dar consejos, pero a partir de nuestra experiencia yo recomendaría (I) ser consciente de que es una carrera de fondo y de que hay que estar preparada para aguantar, tanto a nivel económico como a nivel anímico, y (II) saber que es un viaje que no podrás hacer sola. Recomiendo mucho emprender con alguien más que te acompañe en la montaña rusa en la que te vas a meter.
Para nosotras, además, ha sido muy importante abrirnos a todo aquel que se acercase. Teníamos mucha experiencia en nuestras áreas de especialización, pero para emprender hace falta saber de muchísimas otras cosas. Hay que saber dejarse ayudar y agradecer esa ayuda desde el convencimiento de que, en cuanto te sea posible, devolverás el favor.