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La Fundación Santa María La Real es una entidad sin ánimo de lucro, privada e independiente, que trabaja para mejorar la sociedad mediante la puesta en marcha de proyectos e iniciativas basadas en tres ejes: Personas, Patrimonio y Paisaje. Álvaro Retortillo empezó su andadura en la Fundación como coordinador del programa Lanzaderas. De ahí pasó a dirigir el área de empleo. Su experiencia y buen hacer le consolidaron como director corporativo de desarrollo y, posteriormente, como director general.
Háblanos de tu entidad
Donde el resto ve problemas (patrimonio abandonado, desempleo etc.), aquí intentamos ver oportunidades. Nacimos en 1977 bajo el liderazgo de José María Pérez “Peridis”, con el propósito de restaurar el Monasterio de Santa María la Real en Aguilar de Campoo (norte de Palencia), lo que generó un polo de desarrollo en torno al románico y las industrias culturales. Hoy en día, más de 45 años después, somos una entidad de economía social de ámbito nacional que trabaja en campos tan diversos como la inclusión social y el empleo, la cultura y el patrimonio, la atención a las personas mayores o la conservación del paisaje y el medioambiente. Todo ello con el propósito de desarrollar los territorios, poniendo a las personas en el centro. Servimos a nuestros fines fundacionales, pero siempre con un enfoque “empresarial” en el sentido de que tenemos que buscar y gestionar adecuadamente nuestros recursos en diversos mercados. Y todo lo que se obtiene se reinvierte en esos fines fundacionales.
¿Por qué decidiste que la formación podía ser un buen nicho de emprendimiento?
Nuestro fundador, Peridis, fue el propulsor de una idea que cambió completamente la concepción que tenemos de la formación y de las políticas activas de empleo: las Escuelas Taller. Con el sueño y la visión de rehabilitar el Monasterio de Santa María la Real en Aguilar de Campoo, y de que éste se convirtiese en un elemento de desarrollo para el territorio, empezó a movilizar a personas voluntarias que le ayudasen en tan titánica labor. Este monasterio premonstratense se encontraba literalmente en ruinas, y allí Peridis empezó a visualizar no sólo un monumento histórico que se pudiese visitar, sino también el instituto de bachillerato del pueblo, un hotel, un museo etc. El voluntarismo, con una asociación que llegó a tener más de 500 socios, fue muy importante al principio, pero hubo un momento en que se necesitó financiación y mano de obra cualificada. Además, muchos de los oficios tradicionales asociados a la recuperación del patrimonio histórico se habían perdido. Estamos a mediados de los años 80, con una crisis económica que en España golpeó con mucha dureza a nivel de desempleo, especialmente a los jóvenes sin cualificación. Entonces, si resulta que tenemos España plagada de patrimonio en ruinas que puede ser un elemento de desarrollo para sus territorios, y cientos de miles de personas jóvenes (y no tan jóvenes) desempleadas que pueden rehabilitarlo, aprender una profesión y ponerlo en valor: ¿por qué no unimos estas dos cosas? Y así nacieron las Escuelas Taller. Además, la metodología se basaba en el trabajo en equipo, en los valores humanos, y en hacer aprendiendo y aprender haciendo. Lo que hoy conocemos como “formación dual”. De ahí empezaron a surgir numerosas iniciativas: cursos, publicaciones, restauraciones de iglesias, residencia de mayores, lanzaderas de empleo etc. Pero siempre con el mismo enfoque: aprender, conocer, disfrutar y difundir.
¿Cómo ayuda la capacitación a la hora de impulsar el emprendimiento?
En nuestro caso, fue el elemento fundamental. Sin personas formadas en todas las profesiones asociadas a la rehabilitación del patrimonio histórico, pero también en cuestiones de gestión para impulsar los proyectos de desarrollo, hubiera sido literalmente imposible hacerlo. Formarse es imprescindible para poder emprender o intraemprender, algo que fomentamos muchísimo a nivel interno en la Fundación. Y no estamos hablando del típico apoyo para hacer un plan de empresa, trámites administrativos para constituir el proyecto etc. (algo que también es necesario, por supuesto). En nuestro caso, nos centramos más en abrir las posibilidades de emprendimiento en los sectores en los que trabajamos, introducir metodologías ágiles (design thinking, lean startup, agile..), fomentar el emprendimiento social y colaborativo etc.
¿Te has especializado en formar a algún sector?
Al principio, nuestro foco eran sobre todo las profesiones ligadas al ámbito de la rehabilitación del patrimonio histórico, pero con el tiempo hemos ido ampliando a muchos otros sectores. Llevamos ya muchos años formando a personas en el campo de la atención a personas mayores, hemos tocado otros sectores como la atención al cliente, y últimamente estamos poniendo en foco en todas aquellas profesiones ligadas a la transición ecológica. En nuestra misión está la “P” de Paisaje, y hemos de cualificar a las personas para que lo protejan y lo pongan en valor.
¿Cuáles son las claves que toda formación debe tener?
Creo que, en primer lugar, algo que está muy manido, que se repite constantemente y que no por ello deja de ser cierto: la conexión con el mercado laboral. Tenemos instrumentos en el Sistema Educativo y en el Sistema Nacional de Empleo (Certificados de Profesionalidad etc.) que no se adecúan a las necesidades que tienen muchas personas, por su rigidez, desactualización etc. Sobre todo para aquellas que están desempleadas y tienen más urgencia a la hora de encontrar un empleo. En segundo lugar, las metodologías y formatos. Nos gusta decir que nuestro enfoque es “aprender haciendo y hacer aprendiendo”, y esto es clave. Trabajo por proyectos, en equipo, con un propósito (ejemplo del Monasterio), y sin desdeñar unos contenidos de calidad, por supuesto. Y, por último, impulsar en todo momento y de manera transversal las llamadas “soft-skills”: inteligencia emocional y social, competencias digitales, competencias en sostenibilidad, impulsar el espíritu proactivo etc.
Errores más repetidos a la hora de emprender.
Muchas veces hay gente que se lanza al emprendimiento como opción “desesperada”, es decir, porque no encuentra trabajo por cuenta ajena. No digo que no haya que intentarlo, por supuesto, pero derivar a una persona que no está preparada, o que no es su opción, hacia ello porque “no le queda otra”, no suele acabar bien. Y luego el típico enfoque de tirarse meses y meses haciendo un plan de empresa y salir al mercado sin haber hecho ni un producto mínimo viable, ni una sola prueba…y darnos cuenta de que no nos compra nadie. Lo peor es cuando nos gastamos mucho dinero en ese proceso, y pero aún la pérdida de motivación. También es malo hacer las cosas sin ningún tipo de análisis de mercado, competencia etc., pero en un término medio lógico, y de lo que nos motiva y de las competencias que tenemos.
¿Qué aporta la formación en el actual contexto de Transición Ecológica?
Creo que es fundamental. Como decía antes, estamos en un contexto donde surgen nuevas profesiones constantemente, donde las actuales se modifican, y la transición ecológica es, sin duda, un campo de oportunidades. El estudio que habéis sacado en Fundación Biodiversidad recientemente es una guía estupenda para saber de qué estamos hablando. No hay arma más poderosa que la educación y, o cuidamos nuestro planeta, o nuestros hijos lo pagarán muy caro.
¿Cómo ves el futuro de la formación?
No sé si seremos capaces de salvar las barreras burocráticas que nos imponen las leyes, reales decretos etc., pero sin duda alguna creo que debería ir hacia un corpus común de conocimientos y habilidades que cualquier persona trabajadora debería tener y, a partir de ahí, un enfoque mucho más ágil: ligado a la realidad laboral, modulado sin rigideces, aprendizaje colaborativo, aprovechar las tecnologías, metodologías innovadoras etc. Suena a generalidades, pero realmente creo que hoy en día hay muchas más oportunidades que problemas.